La semana anterior a la Semana Santa un grupo de alumnos de religión junto con sus profesores realizaron el final del camino de Santiago (su variante portuguesa-gallega).
Ahora os ofrecemos algunas fotos y una preciosa reflexión sobre la experiencia
Bueno, para empezar el camino de Santiago es un desafío muy duro que muchos peregrinos han realizado a lo largo de la historia, es una manera como de entregarse a dios muy bonita y muy acogedora.
La primera sensación que se nota nada más subirte al autobús es tristeza, ya que dejas a tu familia por unos días y abandonas el pueblo donde vives y realizas tu vida diariamente. El viaje en autobús hasta llegar, fue increíble, la verdad que no me lo he pasado mejor nunca, cuando lleguemos allí, lo primero que hicimos fue dar la motivación del día y después a caminar 15 km.
La verdad que al principio pensaba que iba a estar fácil completar el camino pero a lo largo de él he aprendido muchas cosas, como por ejemplo a valorar muchísimo más las cosas, o ser mucho más ordenado…
Los paisajes de cada etapa eran preciosos, tenías tus ratos de conectar con la naturaleza donde aprendí muchas virtudes que no sabía que tenía, echamos muchas risas durante el camino, he conocido a gente maravillosa durante este viaje.
La verdad que el camino es súper duro ya que te enfrentas a un desafío y a problemas que piensas que no íbamos a poder, pero siempre te encontrabas con el mensaje de algún compañero tuyo que hacía motivarte o gente que no conocíamos de nada nos decía buen camino, algo que a mí me sorprendió.
La gente de los pueblos era maravillosa, te deseaban fuerza o te regalaban algún detalle como la concha que representa el propio camino e incluso alguna que otra cosa, yo recuerdo que compañeros míos no podían más ya que tenían heridas o alguna lesión pero ellos seguían, y eso era la fuerza que nos transmitimos unos a otros.
Cuando llegamos por fin a la catedral lo primero que hicimos algunos es saltar de alegría, era como que no nos lo creíamos, haber llegado a la catedral gracias a los consejos de cada mañana, los mensajes que muchos peregrinos nos decían, con las heridas de los pies súper inflamadas…
Pero es una experiencia que no olvidaré jamás.
Tengo que dar las gracias tanto a mis compañeros que han ido apoyándome todo el camino, como a los profesores que nos han acompañado en esta experiencia por soportarnos cuando no nos podíamos dormir o en momentos duros del camino, nos podíamos apoyar en ellos.
Izan Garrido
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